Hace unos días, Sony anunció lo que ya era un secreto a voces dentro de la industria: el cierre de su oficina de juegos japonesa, también conocida como SIE Japan Studio, responsables, entre otros de sagas como Gravity Rush, Astrobot, Ape Escape o la trilogía de juegos de culto de Fumito Ueda formada por ICO, Shadow of the Colossus o The Last Guardian. Los únicos supervivientes de este cierre serán algunos de los integrantes de Asobi Team, responsables de la saga de Astrobot, que serán reubicados en una de las filiales de la compañía en Europa. Solo Polyphony digital, responsable de la franquicia Gran Turismo, permanece al margen de esta decisión y seguirá trabajando en futuras entregas de la saga, como la séptima para PS5, que ya ha anunciado que se retrasa hasta nuevo aviso.
Esto supone, en la práctica, que Sony ya no producirá juegos first party en Japón, y que únicamente se limitará a firmar acuerdos de exclusividad con compañías como Square-Enix o Capcom para que ciertos títulos lleguen a Playstation 5 con ciertas ventajas respecto a otras consolas, como ya pasó con el año de exclusividad de Final Fantasy VII Remake. Pero en cualquier caso, más allá de dichas exclusivas temporales y de Gran Turismo, se acabó lo que se daba.
A partir de aquí, como es habitual en este tipo de casos, caben todo tipo de interpretaciones, justificaciones y teorías. Es evidente que el Japan Studio no estaba siendo rentable de un tiempo a esta parte, y que sus juegos no han funcionado nada bien en esta generación si lo comparamos con épocas anteriores. Juegos como Knack, la floja secuela de Gravity Rush o la indefinición en que vive Deep Down desde que fue anunciado en el tráiler de lanzamiento de PS4 (ahí es nada), no han ayudado precisamente, y solo The Last Guardian ha mantenido el tipo en comparación con juegos clásicos del estudio, si bien tampoco este funcionó especialmente bien ni a nivel de crítica ni de éxito en ventas.
En cualquier caso, esto de los números y las ventas a mí no me acaba de convencer demasiado, porque lo que se pueda ganar económicamente con este recorte, que eso no lo dudo, no sé si se compensa con lo que se pierde en originalidad, creatividad, talento y avance de la industria. No olvidemos que desde la misma fundación de la división de videojuegos, allá por 1994, son centenares los juegos producidos por este estudio, tanto directamente como en colaboraciones o producciones, muchos de ellos auténticos clásicos del catálogo de Playstation con aquel mítico PaRappa the Raper entre otros muchos. Y no creo que la gran mayoría de estos títulos alcanzara más éxito que el de una crítica que normalmente, veía con muy buenos ojos las enromes aportaciones de lanzamientos como los ya citados o los mágicos Pupeteer, Rain, Patapon o Soul Sacrifice, por no mencionar Bloodborne.
A mí todo esto me parece un error terrible, sinceramente. Creo que Sony se dispara en el pie al cerrar un estudio que solo le traía calidad a raudales, buena imagen de marca y el favor de ese público que busca algo diferente al batiburrillo de explosiones, tiros y competitividad online extrema que es el mercado del videojuego comercial contemporáneo hecho en Occidente. Francamente, todos los juegos que he citado y algún otro que me dejo en el tintero me parecen mucho más significativos para la industria, más allá de unas ventas que sinceramente no creo que afecten a la empresa de mayor éxito en el mundo del videojuego desde hace 25 años. Creo que Sony se debería permitir este lujo, primero porque no creo que se vaya a desangrar económicamente por ello, pero porque lo que sí que está arriesgando es algo mucho más intangible pero valioso: el prestigio de obras de culto que solo se pueden encontrar en su catálogo. Es evidente que el mercado de usuarios de Playstation es muy amplio, y que por supuesto que a mí también me ha encantado poder jugar esta generación a títulos como Uncharted IV, God of War, Marvel's Spiderman, The Last of Us Parte 2 o Horizon Zero Dawn. Sin embargo, yo me compré una PS4 también por The Last Guardian, para mí el mejor juego de toda la generación y el que seguramente seguiré rejugando cuando pasen muchos años.
Tampoco es que tuviera demasiadas esperanzas en que algo diferente ocurriera: a fin de cuentas, Fumito Ueda se había bajado del barco de Sony ya en 2011 tras los múltiples problemas de desarrollo con la tercera parte de su peculiar trilogía de exclusivos para la compañía nipona, y desde entonces trabaja en una empresa que ya no es el Team ICO, sino GenDesign, formada con muchos ex-miembros del anterior equipo. Sin Ueda, lo cierto es que esta generación de PS5 se presentaba mucho menos interesante, sin duda, y este cierre viene a confirmar que en Sony el talento por el arte de la narrativa y la creatividad oriental ha quedado relegado a un segundo plano. No nos engañemos: si Gran Turismo queda en pie, es porque gusta en Occidente.
Cabe preguntarse, sin duda, por los motivos de esta decisión. No creo que se trate de un tema económico o solo de un tema financiero, sino que estoy convencido de que tiene que ver con muchos de estos problemas de desarrollo, con la lentitud y dificultades que plantean muchos de estos juegos, frente a la eficacia y éxito garantizado de estudios como Sony Santa Monica, Guerrilla Games, Naughty Dog, Sucker Punch, Insomniac y un largo etcétera que sí han entregado en plazo unos proyectos arrolladores, aunque sin duda mucho más conservadores. Yo entiendo que para Sony sea mucho más fácil trabajar con unos que con otros, sobre todo si encima eso viene reforzado por el beneplácito de público y crítica.
Sea como fuere, lo cierto es que tendremos que rezar para que el siguiente juego de Ueda y tantos otros procedentes del mercado japonés lleguen a nuestras consolas, si bien tendrá que ser sin el apoyo de una Sony que ha decidido el camino fácil. Una mala decisión, en mi modesta y humilde opinión, que puede tener consecuencias graves a medio y largo plazo. No todo pueden ser los balances de cuentas.
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